Esa cosa llamada Nu Metal

hybrid theory

No estoy aquí para discernir qué es el Nu Metal y que deja de serlo. De hecho tampoco estoy aquí para poner etiquetas a ningún grupo. Ni a ellos les gusta, ni a mí tampoco. Que se joda la MTV (la de antes, la de hoy hace tiempo que vive en un desechable agujero negro). A rasgos generales, el género es prácticamente inefable. Unos se empeñan en decir que se trata de un género de fusión, rock alternativo más bien, mezclado con elementos diversos. Luego los más fanáticos del metal tradicional se empecinan en decir que es mierda de Satán. Me parece bien, yo tampoco aguanto según que grupos melenudos con solos que duran dos días y que me aburren más que una fiesta sin alcohol. ¿Veis? La música es un tema delicado. He cogido el Nu Metal como referencia, pues creo que muchos tenemos una percepción general de a cuantos grupos es capaz de englobar este indescriptible género. No pienso hablar de él abierta y concienzudamente, y menos de los engendros que nacieron por la inercia de su éxito como Mushroomhead o Static-X. ¿Veis? También es fácil etiquetar.

Me gustaría hablar de un par de grupos que reventaban cabezas, que desataban conciencias y que colapsaban la mente de forma agresiva pero melódica, poderosamente pero siempre con endiablada fluidez, hasta llegar a su destino final. ¿Cuál? La personalidad de cada uno marca los patrones y ritmos a seguir. Yo hablo de liberación, desgarrada en muchos casos, anhelada a veces. Porque si la música te hace sentir libre, con fuerza, terriblemente poseído, consciente o inconsciente, es que algo está haciendo bien.

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Se hace difícil empezar. Esta mierda del Nu Metal, para ponernos en contexto pero sin querer seguir exprimiendo este término porque no vale la pena, tiene parte de sus orígenes en Korn. El macabro grupo liderado por el poseso Johathan Davis ha parido interesantes discos. Pero si algo hay que agradecerle a estos hombres es un sonido descarado y siniestro, capaz de hacer llorar a los más pequeños. Sus sinfonías perturbadoras, en ocasiones llegadas hasta un oscuro extremo en el cual confundías sus melodías con la llegada de la puta muerte, trajeron cambios y paradigmas importantes. La distorsión utilizada por estos emisarios del averno rayaba lo escalofriante y el bajo, peculiar y característico sonido del grupo, hacía maravillas en forma de funk. Por no hablar de la batería, en manos de un machaca-cráneos como es David Silveira. La unión de todos los elementos conformaba una armonía tétrica, casi lúgubre, que nadie ha conseguido imitar. A destacar el disco que les llevó a lo más alto de la cima, Follow the Leader. Pero a nivel personal me quedo con Issues y esa continua sensación de rabia contenida que estallaba cuando menos te lo esperabas, en forma de guitarrazos sucios y estridentes que desataban tus demonios internos.

También merece mención especial Deftones y su primer disco Adrenaline. Pero no voy a hablar de su ópera prima ni de la influencia que supuso. No es fácil entrar en esa poderosa espiral de riffs impacientes, cargados de cierta violencia calmada, y esa voz en ocasiones empírea del grandioso Chino Moreno. Como se suele decir, fue difícil para mí cogerle el gustillo a Deftones. Pero una vez entré en ese torbellino ensordecedor, aparentemente pulcro por la calma de Moreno, una vigorosa armonía se apoderaba de mi cuerpo, pero sobre todo de mi mente. Una vez conectas con Deftones se convierte en una droga que fluye con una sencillez innata, sorprendente, evocadora incluso. Deftones es el jodido purgatorio musical: mientras sus agresivas guitarras luchan por arrastrarte al infierno, la tranquila y casi divina voz de Moreno te lleva a un nivel superior, un lugar celestial, seguro, libre. Destacar por supuesto Change, Minerva o Diamond Eyes. Pero a modo de bonus track, My Own Summer [Shove It], por esa ira palpable en cada estrofa que explota en cada estribillo de forma enérgica y demoledora.

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Realmente, la razón de este escrito, es homenajear y magnificar unos discos que jamás deben de ser olvidados, ya sean por su magnitud, ambición o merecida relevancia. Esta pequeña introducción me ha servido para sudar de ese género del que hablaba antes para contextualizar y entrar en el fondo del asunto. Intentar captar esa esencia que pretendo transmitir, gracias a los dos enormes grupos de los que he hablado, que me han servido de entrantes, y ahora pasar al caviar, a los diamantes bañados en plata, a The Wire y Los Soprano. No os descubriré América ni la caja de pandora, pero nunca está de más recordar que estas obras jamás deben ser sepultadas por mucho que los años pasen o las estrellas perezcan. Porque han sido el motor y el combustible de muchos adolescentes durante sus vidas.

Toxicity (2001) no es una obra que puedas escuchar en el campo o al aire libre con una brisa ligera que te acaricia la cara. El mismo disco te incita a no hacerlo. Y de hacerlo, la vocación del disco, su grisácea pureza, se vería corrompida. No tiene sentido escuchar esta venenosa y ardua obra en un lugar felizmente colorido y libre. Toxicity es furia, es cólera incontrolada, que tiene que reventar en lugares cerrados, para que sea su música quien derribe las paredes. Es una hecatombe de sensaciones que se combinan con esa naturaleza caótica que siempre ha caracterizado a System of a Down, y que rompen las cadenas que te atan al tedio. Este disco salido de las mentes más locas de Armenia no dejaba un suspiro de paz. Y si lo hacía, era para golpearte otra vez. No de una forma dolorosa o malintencionada. Era para que siguieras tu propio ritual, esquizofrénico por momentos, pero nunca sin renunciar a poderosas armonías que servían de contrapunto al espectáculo demencial anterior. Esas codiciadas melodías, a veces orquestales gracias Serj, puto Dios, Tankian, era lo que te hacía respirar, aliviado, convencido. Estabas siendo resucitado. Porque eso es Toxicity, una tóxica descarga eléctrica constante.

Toxicity

Recuerdo pocos inicios tan potentes como Prison Song. Pero es que prácticamente hasta que no llega esa canción capital, sublime, el emblema del grupo, Chop Suey!, todo se concentra en una escala de tensión gradual que se magnificaba con esa maravillosa canción. Creo que todos aquí la hemos ‘intentado’ cantar. Algo similar sucedía desde Bounce hasta Toxicity, pero el camino era más calmado, tranquilo, como si estuviera aguardando a devorarte la yugular. Y de hecho eso sucedía. Toxicity te placaba con una percusión de fuerza casi animal, bestial. Esa batería es una peligrosa delicia. Porque tras dejarte noqueado, aun había tiempo para escuchar Psycho y Aerials. Canciones de diferente tono pero misma sustancia, que anunciaban tu resurrección, el final de un exhausto pero revelador viaje, a un lugar en ruinas que simbolizaban la liberación de tu cuerpo y alma.

Make Yourself (1998) de Incubus es una obra imperfecta, pero absoluta. Sé que no puede ser del agrado de todos pero es revolucionaria, subversiva, redonda. Y aunque algunos le encuentren fallos o ciertos vacíos de estilo, sigo pensando que es necesaria para entender la esencia de este grupo y fundamental para la música de principios de siglo. No me refiero a eso último que sacaron unos primos hermanos suyos titulado If Not Now When? Eso no es Incubus. Es orín de mono. Make Yourself es algo salvaje, como un lobo hambriento, que empezaba a mostrar sus garras en forma de melodías enigmáticas, misteriosas, a veces espaciales, y te mordía con temazos tan voraces como When it Comes, Make Yourself o Out From Under. Pero no todo era cazar. Siempre me ha parecido que este disco ha tenido cierto poder subyugante, dominador. El equilibrio entre canciones es impecable. No se trata de esa anarquía musical que mostraba Toxicity. Era más bien un río de subidas y bajadas. Caudaloso, por momentos tranquilo, pero con pequeñas cascadas que te devolvían a la realidad. Mientras I Miss You conseguía calmar tu ansiada dosis de vitalidad, Pardon Me se encargaba de inyectarte en vena pura proteína.

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Tampoco es posible olvidarse de la canción emblema de este grupo, Drive, cautivadora pieza musical que calmaba el rugido del lobo famélico por seguir devorando y cazando. Aunque sí que le tengo algo de tirria a esta canción, porque seguramente si no hubiera sido por su creación y arrollador éxito, el futuro de este grupo hubiese sido bien distinto. No digo que Morning View sea un mal disco, todo lo contrario, pero con A Crow Left of the Murder empezaron a desvariar seriamente. Pero da igual, porque al fin y al cabo, todo el mundo escucha lo que quiere. Y mientras con If Not Now When? me puedo limpiar el culo, con Make Yourself consigo desahogarme en los mis momentos más nerviosos. Privilege es ese primer chute de adrenalina que necesitas. Con Nowhere Fast llegas a ese limbo imaginario causado por el pinchazo. Y con Consequence simplemente te dejas llevar hasta tu destino final.

¿Y qué pasa con Hybrid Theory de Linkin Park? A pesar de ser un disco al que le tengo tremendo cariño, pienso que no es compacto, sólido, denso en el mejor de los sentidos. Es un disco de temazos, de singles guapos, al igual que ocurre con Aboslution de Muse (aunque en este sí que encuentre un mayor equilibrio). Digamos que le falta recorrido. Se limita a presentar canciones adictivas, frescas, pero entre las cuales difícilmente se establece un vínculo. Es un disco puramente comercial, cosa que no critico, volvamos al Absolution de Muse. Pero eh, no quiero que me malinterpretéis. Hybrid Theory es un disco trascendental para entender lo que vino después, y sobre todo por qué vino. Es un disco que se siente libre, como si acabara de salir de la prisión, pero eso es sobre todo gracias a Chester Bennington y sus desgarros vocales capaces de derribar el Empire State. El disco se empapa de un sonido metálico indescriptible y que lo impregna de una naturaleza única, pues Hybrid Theory solo hay uno.

Muchos son los discos que se cruzan durante tu adolescencia. Pero menos lo son aquellos que vuelven de manera inesperada una tarde de verano en la que simplemente necesitas volver a ponerte en contra del mundo. Y esos, son los discos que de verdad merecen la pena.

Chester-Bennington

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